Por Emilio Sánchez Vicario, CEO de la Emilio Sanchez Academy y el equipo de marketing de la ES Academy
Rafa Nadal y su grandeza
Una vez más me encuentro sentado ante mi ordenador, escribiendo sobre Rafa. Pensar que es la última vez que lo hago como jugador me entristece profundamente. Rafa me ha acompañado estos ultimo 25 años en mi etapa post jugador y he podido contar de todo sobre él en televisión, en artículos de periódicos o en análisis técnicos. Creo que he escrito tanto de Rafa que lo he analizado más que a mí mismo, lo he comparado al Principito, a los dioses griegos, a extraterrestres, he explicado su técnica, su táctica, he alabado su físico y no digamos su cabeza, tratando de dar una versión personal para sentirme diferente. Al estudiar su trayectoria lo que he intentado es hablar de su legado, y hoy trataré de explicar lo que le ha llevado a su GRANDEZA.
Escojamos el valor, pilar, o concepto cercano a GRANDEZA que queramos, todos ellos nos acercan a Rafa. Así que vamos a contar su historia para entender cómo ha llegado al final de su camino dejando tanto atrás.
Hoy los grandes medios de comunicación ofrecen a la juventud el ejemplo de los superhéroes ficticios que cuentan con superpoderes inhumanos, como Capitán América, Spiderman, Superman, Wonder Woman… Rafa es nuestro protagonista y ha escrito una historia con superpoderes humanos que le ha llevado al Olimpo de los que tocan la grandeza, pero con poderes de verdad.
Nuestro superhéroe decidió mostrarse al mundo a través del tenis, marcó una época y ha dejado un legado que ni los más expertos ni yo mismo habíamos conseguido, y por esto tantas veces le llamamos extraterrestre, inhumano, monstruoso, conforme iba rompiendo barreras y aun así nadie podía imaginar que llegaría tan lejos. Si analizamos en profundidad sus virtudes y cómo lo ha podido conseguir, encontramos unos valores con un fondo para hacer el bien, siempre con humildad y entrega englobando todos los pilares básicos que los padres queremos que nuestros hijos tengan.
Vamos a los inicios. Rafa quería ser futbolista como su tío Miguel Ángel Nadal, pero su otro tío tenista se lo llevaba a jugar al tenis, y le hizo empaparse y que sintiese esa pasión por nuestro deporte. Fue aquí donde se empezó a fraguar el superhéroe. Su tío Toni le entrenó tenísticamente, pero en lo que se centró principalmente fue en crear a un guerrero que pudiera crecerse cuando mayor fuera la adversidad. Logró trabajar la mente para que las emociones no se convirtiesen en frustración, para lograr la simplicidad en los patrones tácticos y para que su físico y su mente se volviesen privilegiados, repitiendo y repitiendo hasta crear hábitos de comportamiento. Si a eso le sumamos su sueño de conseguir ese rendimiento en competición, valorando cada bola recibida, todos estos factores le ayudaron a ir rompiendo cada barrera que se le ponía por delante, convirtiéndose en ese superhéroe invencible en tierra, en los mejores en hard courts e inspirador en hierba, donde su juego no se adaptaba pero su ilusión y sus ganas de romper moldes le ayudaron a conseguirlo ganándole al mejor de todos.
Eligió a los 11 años jugar de zurdo siendo diestro, ya que le pegaba a todo a dos manos y no pensó que de mayor le faltaría punta de velocidad en el saque. Este hecho le limitó mucho, sacaba 20 km/h más despacio que los demás y sobre todo le faltaba precisión en la dirección y en los ángulos. Trabajó este aspecto incansablemente durante los 20 años de carrera, pero aún no ganando tantos puntos gratis, lo suplía con la continuidad y con el segundo y tercer tiros. Esta habilidad le permitió ganar casi el 90% de sus saques, la misma cifra que sus rivales pero con pocos puntos directos.
A los 15 años descubrió la terrible enfermedad de nacimiento en su pie izquierdo, el síndrome de Müller-Weiss, con poquísimas opciones de tratamiento y con la cruz de saber que cualquier día podría jugar su último partido. Le prepararon unas plantillas especiales, con unas zapatillas adaptadas que nunca más cambió, solo el color, durante toda su carrera.
Si ya había trabajado la resiliencia con su tío, padecer esta patología le hizo valorar aún más lo que amaba. Ese cambio en la manera de andar por las plantillas tal vez sea el causante de algunas de sus muchas lesiones de rodillas, caderas, psoas o abdominales. Ver todo lo que ha debido pasar emociona y saber que ese traje de superhéroe le ha ayudado a poder superarse conmueve a cualquiera.
Había oído hablar de él, pero la primera vez que le vi fue en nuestra academia de tenis jugando la final de su primer Future. Estaba con Toni Colom, el escudero de Toni Nadal y con su padre. Ahí le conocí y me impactó su personalidad en la pista y la de su padre fuera de ella, pensé “Cómo se parecen”. Al verle jugar vi a un superdotado, pero no vi al superhéroe. Fue impresionante verle ganar con apenas 15 años, con un dominio total del centro del campo. Después amplió sus victorias a 7 o 8 seguidas. Ahí él ya sabía que estaba listo para dar el salto.
Se fue a Montecarlo y lo revolucionó. Ya acompañado de Carlos Costa como mánager, su intuición y el elegir a un mánager exjugador le supuso una ventaja. Carlos siempre miró por su calendario y recuperación antes que por el negocio.
Después del torneo de Montecarlo y de las dificultades a las que se enfrentó allí unió a su equipo a Ángel Ruiz-Cotorro, doctor que al igual que Carlos también había sido tenista y quien se convirtió en una pieza clave durante toda su carrera. Le ayudó a recuperarse mejor, a dosificarse y sobre todo a afrontar la adversidad al quitarle hierro al asunto y al trabajar mano a mano con Rafael Maymó, el fisio fiel quien que también se convirtió en un miembro imprescindible del staff.
Más adelante cuando tomé las riendas del equipo español de la Copa Davis, pude conocerle más a fondo. Entendí al otro Rafa cuando conocí a su madre, que era la pieza que completaba el puzle. Su madre le aportaba la humildad, la cercanía, la dulzura, era el polo opuesto de la personalidad del padre, y la combinación resultante es Rafa.
Esos años en la pista, compartiendo batallas, preparación, desesperación, y analizando fuera de la mesa sus rabias, sus reacciones, siempre tratando de no perder la confianza y reforzando a la bestia, aprendí cómo funcionaba su mente, y sobre todo observándolo me di cuenta de que es como una esponja, ya que absorbía lo mejor de cada uno para reforzarse y competir, especialmente de los más cercanos como sus padres, su fisio Maymó, su doctor Ruiz-Cotorro, su mánager Costa o su tío Toni. Rafa es un poco la suma de todos. En cualquier partido siempre se ha nutrido de sus grupos y ver cómo miraba a su banquillo es digno de elogio porque les absorbía todo lo que tenían dentro y más.
Recuerdo como si fuese ayer mi primera conversación con él mientras entrenaba al equipo de la Davis Cup, le dije, “Mira, yo no me callo, intentaré ayudarte e intentaré convencerte de lo que vea”, y él me respondió “Emilio, cuando juego estoy nervioso, rabioso, miedoso, a veces feliz o contento y muchas veces no sé qué hacer, así que, si confío en ti, ten por seguro que haré lo que me digas”. Le miré pensando “Vaya cabeza, lo vamos a pasar bien”.
Rafa ha sido el ejemplo de cómo entrenar con la máxima intensidad, no hay un golpe al que no le ponga el máximo foco, su concentración y esfuerzo es tal que muy pocas veces le verás no eligiendo bien su repertorio. Empieza al 100% en cada golpe, en cada punto, en cada juego, en cada set, en todo el partido. Entrenar con él es una experiencia como si fuese una final, entrena siempre con la meta de mejorar, llegar a su mejor versión y como lo repite y repite, luego en los partidos le sale natural.
Otra parte de su magia son las rutinas antes de los partidos, sabía lo que mejor le funcionaba, no solo en la pista con sus botellas y rituales antes de cada saque o resto, sino también en el entreno y en la preparación del partido. Fuera de ella repetía taquilla, hotel, restaurante, tiempos, descansos. En su primer Roland Garros, jugaba con Roger en semis, yo estaba en París haciendo de comentarista en la televisión y jugando el Senior Legends. Ese viernes ya con casi nadie en el vestuario después de mi partido fui a ducharme y le vi de pie delante de una ducha, con más de 20 libres y le pregunté: “¿Qué haces ahí?” Me señaló una ducha y me hizo un gesto, miré y en ella estaba Roger en su ducha. O él se duchaba en la del otro, o esperaba, pero no iba a cambiar, estoy seguro de que en estos 20 años nunca cambió de ducha en el Roland Garros. Luego le ganó en 4 sets y conquistó su primer triunfo de los 14 del RG. Y eso que Roger era otro superhéroe que debió de reinventarse para poder luchar contra Rafa.
Rafa y su historia es para contarla. Logró resaltar su fortaleza mental para poder competir ante un jugador con mejor técnica, más sutil, con facilidad y él con su juego y sus limitaciones pero con una determinación, creencia, confianza y concentración casi inhumanas, consiguió superarle en la mayor parte de ocasiones.
Pero como ocurre en la vida apareció otro invitado a la batalla, Novak Djokovic. En los inicios Rafa y su mente le rompían en la adversidad, pero el serbio fue limando sus carencias y debilidades y volviéndose peligrosísimo y al final encontrando el hueco por donde herir a Rafa. Empezó a atacar su derecha, cosa a la que nadie antes se había atrevido y le funcionó a la perfección, tanto que Federer, Murray y Wawrinka empezaron a hacer lo mismo. Además, tanto Rafa como Roger habían mostrado su grandeza en la victoria, pero también en la derrota. Novak no jugaba a eso, era el lobo de la situación que se revolvía dando zarpazos aun cuando no tocaba.
Rafa sabía que para seguir arriba y volver a ganarles debía reinventarse y durante una de sus lesiones más graves el 2016, decidió hacer el cambio más difícil, sustituir a su mentor, su tío, por Carlos Moya y tomar el compromiso de darle un giro de 180 grados a su juego en la derecha y en el juego de ataque. Tenía que volverse más agresivo, ganar pista para que no le pudieran atacar su derecha. Esa transición después de haber sido el mejor con unos patrones, el tener que cambiarlos, solo es digna de los superdotados. Su constancia, dedicación y buena dirección le dieron resultado, consiguiendo volver a derrotar a ambos y ganar 8 Grand Slams con mejor saque, ataque, derecha, revés, slice, volea y dejadas. Una de sus virtudes más grandes ha sido el dejarse coachear, el creer que su gente, que su equipo siempre le iba a ayudar en esa meta. Para mí es el jugador que mejor y más atento ha escuchado a cualquier consejo para convertirlo en parte de su repertorio con un objetivo único, ser mejor.
Cuando analizo a un jugador y hablamos de talento excepcional, yo me fijo lo primero en cuánto tiempo tiene el jugador entre el bote de la bola y el golpe. Su entrenador Moyà con la derecha casi que podía tomar un café antes de pegarle a la bola, mientras que, por el contrario, en el revés le faltaba tiempo. Rafa es un diez en crear el tiempo necesario para darle la dirección adecuada tanto de drive como de revés. El siguiente punto clave es la ejecución o golpeo y el sentido que tienes al golpearla, puedes hacer el mismo golpe cambiando velocidades, ángulos, alturas, es sentir la bola, manejarla y Rafa es otro diez, precisión milimétrica. Su tío siempre le apretaba como que no tenía mano, pero para mí su mano era privilegiada ya que sin facilidad conseguía apurar los tiros a las alturas y direcciones que quería. Y por último en esa ejecución la confianza que lo que decidas hacer con ese tiro, alto, bajo, fuerte, lento, spin, slice vaya donde quieres que vaya resulta otra matrícula de honor en la confianza.
Su grandeza es difícil de resumir, es como un estado excepcional de rendimiento y superioridad en cada momento de la batalla, encontrando la manera de ser mejor que los demás en los momentos clave de los partidos. Rafa lo tiene todo: foco (analizar, vivir, dar, recibir, poner metas asumibles, mejorar), pasión (intensidad, querer, amar, disfrutar) y estado mental (resiliencia, entrega, fe en sí mismo, confianza, fortalezas, hábitos, valores).
No obstante, yo soy fan de Rafa por su grandeza puesto que desde siempre me impactaron grandes jugadores como Jordan o el mismo Severiano, quien definía la grandeza con sus 4 C’s: Condición, Cabeza, Corazón y Coraje (Cojones decía él, aunque hoy no esté bien decirlo, pero es como él lo expresaba). Ese es Rafa, nuestro Rafa y aunque a partir de ahora ya no juegue más, ahí quedará su legado, su manera, su filosofía y sus superpoderes, que éstos sí se pueden enseñar. Tiene ante sí un nuevo reto en su vida, seguro que encontrará fórmulas para seguir marcando la diferencia.
Gracias Rafa por haberme permitido aprender tanto, sin querer inspiras a los de tu alrededor a ser como tú, sigue ese camino. Hoy no es un adiós, porque viéndote estos días animando en la Davis, sé que seguirás cerca y que podrás aportar esa Grandeza en tantas otras cosas que hagas.